martes, 31 de julio de 2012

Prueba y error


¿Cuántas caídas antes del primer paso?
¿Cuántos pasos trazan un camino?
¿Cuántos caminos errados, antes de encontrar el acertado?
¿Cuántas canciones forman nuestro repertorio favorito?
¿Cuántos conocidos serán con el tiempo amigos?
¿Cuántos amigos serán con el tiempo hermanos?
¿Cuánta sangre llegara al rio?
¿Cuántos ojos pasaran a ser miradas?
¿Cuántas miradas pasaran a ser sonrisas?
¿Cuántas sonrisas se transformaran en lágrimas?
¿Cuántas lagrimas serán por vos? ¿y cuántas serán por mi?
¿Cuánto cariño regalamos en la prueba y error?
¿Cuántos besos hacen un te quiero?
¿De cuantos Te quiero nace un Te amo?
¿Cuántas noches crean nuestros días?

domingo, 22 de julio de 2012

Convide rutero





Hace no sé cuánto tiempo que no me sentaba a escribir unas líneas.
Es domingo, es una mañana fresca de domingo. Me siento con ganas de volcarme a tipear; se escuchan de fondo los autos que pasan con prisa sin fin por la panamericana. Vaya uno a saber el destino que tienen esos autos con sus ocupantes: algunos visitarán a sus familias, otros vendrán de la salida de anoche y algunos, quizás los menos, estén yendo a su lugar de trabajo. Todos tienen un porqué que los moviliza. Todos tenemos un “lugar” a donde ir, un objetivo que alcanzar y un móvil. Herramientas que nos permiten acercarnos a que ese destino, ese lugar, ese objetivo sea más fácil de alcanzar.
Y en estas últimas semanas debo reconocer que mi “auto” se averió, el motor está un poco mal, quizás por la falta o por el escaso uso que tenia. Y ojo esto no era por falta de nafta, era básicamente por que no estaba muy claro el lugar a donde ir.
Era en parte también por creer que el estancamiento en que se estaba era ese destino o ese lugar al que teníamos ganas de ir (como dije en algún escrito anterior, era por olvidarme qué quería ser y hacer).
Me siento un mecánico ahora. Veo que ya están reparadas viejas piezas en desuso, que se están aceitando los engranajes, que ese motor también camina (¡ y cómo camina!). Los neumáticos fueron reemplazados.
En fin, se empezó a realizar una ardua tarea de reconstrucción. Se han bajado algunos viajeros, en parte por una lectura diferente de mapas y de destinos, pero principalmente porque no se puede viajar con alguien a quien le tira mucho el sedentarismo. Creo que las culturas nómades fueron las más experimentadas, las más ricas a la hora de contar vivencias por el simple hecho de que se jugaban todo en cada viaje, en cada movimiento. Tenían lo básico y buscaban lo básico para subsistir; no tenían un lugar físico donde llegar pero sí un objetivo que cumplir y abordar, en su caso particular, la subsistencia, el no morirse de hambre. Y así me veo yo, como un nómade, un tipo que no necesita mucho, que necesita cosas básicas, pero cuando esas pequeñas cosas (pero indispensables) no están, es momento de poner contacto y arrancar.
Feos momentos se dan cuando vemos que hay gente que se baja. Lindos momentos cuando hay gente que se sube y comparte ese mismo camino con vos, ya sea por un par de kilómetros o hasta el final de la carretera.
En fin, básicamente, estamos de nuevo en las rutas, estamos de nuevo en marcha, y como si nunca hubiese parado enfilo de nuevo hacia vos, ¡allá voy Felicidad y el único camino posible es la Libertad!

lunes, 16 de julio de 2012

De sueños y baúles


Una vez me dijeron…la basura que se junta debajo de la alfombra, es basura que no se ve, pero es basura que esta y el día que se levante la alfombra va a estar toda la podredumbre a la vista, bien juntita y concentrada. Esa mugre tapa, tapa el piso y todo donde ella se pose si no limpiamos de tanto en tanto. Cada vez que alimentemos ese nido de mugre, sabremos que el día que de verdad haya que limpiar va a ser mucho mas difícil, quizás haya restos adheridos al piso, tal vez  algún que otro pedacito de queso podrido ya haya engrasado el parquet y eso ya no hay forma de sanearlo.
Lo mismo pasa con la vida donde la gran alfombra del miedo cubre a veces hasta desechos imposibles de disimular, pero es así;  el miedo a perder algo, o a no ganar, lleva a tapar las miserias de nuestros actos mas inefables.
Con esta idea dando vueltas en la cabeza ( y en la vida) me siento a tirar estas lineas… día gris, música con letras de esas que llegan a arrancar tripas ( por que el ser humano es así, cuando quiere que algo le duela, lo quiere bien doloroso, para no sentir la culpa de que duela por la mitad); y casi sin darme cuenta, empiezan a brotar las primeras palabras de esta historia.

Tarde de invierno, casa de mis viejos, por las ventanas entraba el sol, un sol que alumbraba pero que no calentaba. Casi por capricho del destino empiezo a revolver viejos cachivaches que habían en lo que alguna vez fue mi pieza, el antiguo baúl contenía viejos albunes de figuritas, juegos, bolitas, pero sobre todo contenía recuerdos, contenía mi niñez, estaba lleno, harto de sonrisas, de ingenuidad, de miradas inocentes, había algún que otro chirlo para los días de bardito, había tardes compartidas con mi hermano, no faltaban los cuentos que alguna vez me habían contado antes de irme a dormir, quedaba alguno de los confites sugus que me daba mi abuela después de cenar, había incontables pelotas pinchadas, había sueños y pesadillas también. Si, pesadillas donde uno cae infinitamente y piensa que se esta muriendo para finalmente despertarse en medio de la caída comprobando que aun habita este mundo y sale corriendo a la cama de los viejos como si esta fuese la trinchera donde puede refugiarse.
Vuelvo, había sueños. Sueños, y ahí me detengo, los miro, los desenpolvo, y pienso que ese baúl tiene una gran parte mía.
Es ese el momento, el exacto instante donde pienso que hice con esos sueños? Los cumplí? Los sigo soñando tanto como ayer? me desconecte de ese nene?
Creo que inconscientemente el único sueño que hay en nuestras vidas es ser feliz, todos perseguimos ese fin, es verdad que de chicos todos pasamos por preguntas de mayores que nos dicen “¿Qué queres ser cuando seas grande? Y ahí a las apuradas, tiramos un “medico” o “bombero” o por que no el cuasi imposible “quiero ser astronauta”. Hoy lo pienso y en cada una de esas respuestas aparecía un quiero ser feliz, aparecía un quiero hacer lo que me gusta y me llene el alma, con la lógica de que en el lenguaje de la niñez lo codificamos con una profesión.
Casi retornando a mis 5 0 6 años, con la misma voz (pero bastante quebrada debo reconocerlo), le pregunto a mi vieja:
- Mama, vos te acordas que quería ser yo de chico?
Con cara de desconcierto, me dice:
- Querías ser músico, no te acordas?
- No, la verdad, no, vos te acordas que querías ser cuando era chica?
Su mirada se perdió, voló e inconscientemente abrió su propio baúl de la infancia, habrá desempolvado sus sueños y con la certeza de no recordar me contestó.
- La verdad no me acuerdo, hijo.
- Sos feliz así?
La cara de ella aun mostraba mas desconcierto, pero no dudó.
- Si, soy feliz
 Vuelvo a mi, y pienso que sin darse cuenta mi vieja llego a conseguir esa “profesion” que soñaba de chica, aunque no se acuerde.
Pienso en la alfombra invisible, pienso en la mugre y escoba en mano decido limpiar el living y mi vida en busca de esa “profesion”.