sábado, 25 de agosto de 2012

Desalmados


Un amigo hace ya bastante tiempo me conto una historia.
La historia debo reconocer me gusto en su momento, la valore con el tiempo, y proyectándola a futuro puedo decir que se repite en cada una de las historias de cada uno. En algunas parejas en menor o mayor grado, pero inevitablemente esta historia ocurre en cada noviazgo, pareja, o matrimonio que llega al hartazgo. No hablo desde el pesimismo sino desde el realismo.
Mi amigo me conto un par de veces la misma historia como quien no recuerda haberla contado antes o como quien la reza en vos alta para que se divulgue, para que seamos conscientes del despertar del alma que en algún momento se adormece, o simplemente se va.
Como intro de esta historia me decía lo mismo: un famoso escritor contaba que había dos formas de morirse, una la más convencional en la que el cuerpo muere, y el alma toma su rumbo según la religión del muerto, se puede ir al purgatorio, se puede reencarnar o simplemente se queda acá al lado de la gente querida. La otra forma (y quizás la más triste) es aquella en la que el alma es la que se muere, se adormece, se va; y el cuerpo queda ahí,  respirando, comiendo, sigue despierto pero casi como un sonámbulo.
Después de hacer esta intro, ahí sí, se metía de lleno en la historia de una pareja amiga de él (aunque yo siempre intuí que era su propia historia la que me estaba contando) y con toda la ternura del mundo me comentaba que esta pareja no muy joven, ni muy entrada en años, vivieron su etapa de novios, sus noches de miel y sus días de flores como cualquier pareja. Vivieron sus años de rutina, de costumbres, donde uno ya no piensa ni en las mieles ni en las flores, pero encuentra en esta etapa la seguridad de lo conocido, valora la rutina como un método de confianza, de que lo no salga de los parámetros ya estipulados por la costumbre, no lastima, no duele, pero tampoco sorprende.
Esta última es la etapa clave, donde la costumbre mata la sorpresa, mata la magia. A alguna pareja le llega pronto, en otra tarda más y en algunas quizás no llega o no se es conciente de vivir en ese estado.
Podemos decir que la costumbre dentro de la pareja es la anestesia del alma. Es la bayoneta a la magia. El me decía que ya no veía el brillo en los ojos de esta pareja amiga. Ya no sentía esa irradiación, esa fuerza que largan los enamorados.
Inevitablemente la costumbre, la rutina, el aburrimiento y algunos ingredientes mas que no vienen al caso precipitaron la separación. Mas o menos traumática como cualquier separación, el se va, su cuerpo se va. Ella se queda.
Pasaron los días, las semanas, los meses y los años también. Quiso el destino que alguna vez se vuelvan a juntar, se vuelvan a cruzar y ya sin magia pero con respeto por los años vividos juntos se sentasen a hablar.
Se hablo de banalidades, del paso del tiempo, de la inobjetable tarea del tiempo como elemento de desgaste de absolutamente todo, y cuando ya estaba casi todo dicho ella pregunto:
-¿Qué te llevo a irte el día que te fuiste?
Después de viajar un rato por sus recuerdos, el respondió:
-Yo no me fui el día que mi cuerpo decidió irse de esa casa, yo me fui el día que el alma decidió irse de mi cuerpo. Ese día mi cuerpo salió a reencontrase con mi alma.
Casi sin querer ella lo disculpo y lo entendió.
Cada vez que mi amigo me contaba esta historia, se quedaba un rato largo en silencio. Un tiempo lo suficientemente extenso como para que uno se pare a ver donde estamos parados en la vida. Donde esta nuestra alma y si inconscientemente no deberíamos salir a buscarla. Historias como estas se repiten en cada lugar y en todos los tiempos, me recordaba una y otra vez mi amigo, a quien yo cada vez que escuchaba no podía evitar sentir la presencia de su alma aun más tangible que su propio cuerpo.


domingo, 5 de agosto de 2012

Dueño


Dueño... dueño de rios, de mares, de cielos.
De paisajes eternos, y llaves maestras que inventan mil sueños.
De autos, vagones y camiones que cargan canciones.
Tambien de palabras tan duras como duros silencios.
Dueño de campos sembrados de risas, de llantos.
Y hasta el hartazgo creer que soy dueño de tus labios.
Dueño impecable de todos los lazos
sanguíneos, lineales, carnales y hasta matematicos.
Quizas dueño de algo que desconocemos,
pero nos adueñamos.
De vicio nomas, somos dueños de lo que detestamos.
Seremos dueños de todo, aun de lo que no se ha inventado.
Es mas, sin duda creo ser dueño,
de tu voz, tus besos, tu mirada y tus manos.
Dueño imperfecto, dueño al que perfeccionamos.
Dueños de dioses, de vidas, de muertes,
y hasta de lo mas intocable… el fuego sagrado.
Nadie podria desmentir que soy dueño, amo y señor,
de haber detallado de todo lo que nos adueñamos.
Hasta que caigo en la cuenta,
que los rios y los mares, ya estaban y seguiran estando,
incluso despues de mi paso.
Que los sembrados de risas a veces se convierten en llanto
sin yo poder decidir cuando.
Que tu voz, tu mirada y tus manos,
no son mias, ni siquiera de prestado.
Que ni siquiera soy dueño de la creencia de adueñarse de algo.





martes, 31 de julio de 2012

Prueba y error


¿Cuántas caídas antes del primer paso?
¿Cuántos pasos trazan un camino?
¿Cuántos caminos errados, antes de encontrar el acertado?
¿Cuántas canciones forman nuestro repertorio favorito?
¿Cuántos conocidos serán con el tiempo amigos?
¿Cuántos amigos serán con el tiempo hermanos?
¿Cuánta sangre llegara al rio?
¿Cuántos ojos pasaran a ser miradas?
¿Cuántas miradas pasaran a ser sonrisas?
¿Cuántas sonrisas se transformaran en lágrimas?
¿Cuántas lagrimas serán por vos? ¿y cuántas serán por mi?
¿Cuánto cariño regalamos en la prueba y error?
¿Cuántos besos hacen un te quiero?
¿De cuantos Te quiero nace un Te amo?
¿Cuántas noches crean nuestros días?

domingo, 22 de julio de 2012

Convide rutero





Hace no sé cuánto tiempo que no me sentaba a escribir unas líneas.
Es domingo, es una mañana fresca de domingo. Me siento con ganas de volcarme a tipear; se escuchan de fondo los autos que pasan con prisa sin fin por la panamericana. Vaya uno a saber el destino que tienen esos autos con sus ocupantes: algunos visitarán a sus familias, otros vendrán de la salida de anoche y algunos, quizás los menos, estén yendo a su lugar de trabajo. Todos tienen un porqué que los moviliza. Todos tenemos un “lugar” a donde ir, un objetivo que alcanzar y un móvil. Herramientas que nos permiten acercarnos a que ese destino, ese lugar, ese objetivo sea más fácil de alcanzar.
Y en estas últimas semanas debo reconocer que mi “auto” se averió, el motor está un poco mal, quizás por la falta o por el escaso uso que tenia. Y ojo esto no era por falta de nafta, era básicamente por que no estaba muy claro el lugar a donde ir.
Era en parte también por creer que el estancamiento en que se estaba era ese destino o ese lugar al que teníamos ganas de ir (como dije en algún escrito anterior, era por olvidarme qué quería ser y hacer).
Me siento un mecánico ahora. Veo que ya están reparadas viejas piezas en desuso, que se están aceitando los engranajes, que ese motor también camina (¡ y cómo camina!). Los neumáticos fueron reemplazados.
En fin, se empezó a realizar una ardua tarea de reconstrucción. Se han bajado algunos viajeros, en parte por una lectura diferente de mapas y de destinos, pero principalmente porque no se puede viajar con alguien a quien le tira mucho el sedentarismo. Creo que las culturas nómades fueron las más experimentadas, las más ricas a la hora de contar vivencias por el simple hecho de que se jugaban todo en cada viaje, en cada movimiento. Tenían lo básico y buscaban lo básico para subsistir; no tenían un lugar físico donde llegar pero sí un objetivo que cumplir y abordar, en su caso particular, la subsistencia, el no morirse de hambre. Y así me veo yo, como un nómade, un tipo que no necesita mucho, que necesita cosas básicas, pero cuando esas pequeñas cosas (pero indispensables) no están, es momento de poner contacto y arrancar.
Feos momentos se dan cuando vemos que hay gente que se baja. Lindos momentos cuando hay gente que se sube y comparte ese mismo camino con vos, ya sea por un par de kilómetros o hasta el final de la carretera.
En fin, básicamente, estamos de nuevo en las rutas, estamos de nuevo en marcha, y como si nunca hubiese parado enfilo de nuevo hacia vos, ¡allá voy Felicidad y el único camino posible es la Libertad!

lunes, 16 de julio de 2012

De sueños y baúles


Una vez me dijeron…la basura que se junta debajo de la alfombra, es basura que no se ve, pero es basura que esta y el día que se levante la alfombra va a estar toda la podredumbre a la vista, bien juntita y concentrada. Esa mugre tapa, tapa el piso y todo donde ella se pose si no limpiamos de tanto en tanto. Cada vez que alimentemos ese nido de mugre, sabremos que el día que de verdad haya que limpiar va a ser mucho mas difícil, quizás haya restos adheridos al piso, tal vez  algún que otro pedacito de queso podrido ya haya engrasado el parquet y eso ya no hay forma de sanearlo.
Lo mismo pasa con la vida donde la gran alfombra del miedo cubre a veces hasta desechos imposibles de disimular, pero es así;  el miedo a perder algo, o a no ganar, lleva a tapar las miserias de nuestros actos mas inefables.
Con esta idea dando vueltas en la cabeza ( y en la vida) me siento a tirar estas lineas… día gris, música con letras de esas que llegan a arrancar tripas ( por que el ser humano es así, cuando quiere que algo le duela, lo quiere bien doloroso, para no sentir la culpa de que duela por la mitad); y casi sin darme cuenta, empiezan a brotar las primeras palabras de esta historia.

Tarde de invierno, casa de mis viejos, por las ventanas entraba el sol, un sol que alumbraba pero que no calentaba. Casi por capricho del destino empiezo a revolver viejos cachivaches que habían en lo que alguna vez fue mi pieza, el antiguo baúl contenía viejos albunes de figuritas, juegos, bolitas, pero sobre todo contenía recuerdos, contenía mi niñez, estaba lleno, harto de sonrisas, de ingenuidad, de miradas inocentes, había algún que otro chirlo para los días de bardito, había tardes compartidas con mi hermano, no faltaban los cuentos que alguna vez me habían contado antes de irme a dormir, quedaba alguno de los confites sugus que me daba mi abuela después de cenar, había incontables pelotas pinchadas, había sueños y pesadillas también. Si, pesadillas donde uno cae infinitamente y piensa que se esta muriendo para finalmente despertarse en medio de la caída comprobando que aun habita este mundo y sale corriendo a la cama de los viejos como si esta fuese la trinchera donde puede refugiarse.
Vuelvo, había sueños. Sueños, y ahí me detengo, los miro, los desenpolvo, y pienso que ese baúl tiene una gran parte mía.
Es ese el momento, el exacto instante donde pienso que hice con esos sueños? Los cumplí? Los sigo soñando tanto como ayer? me desconecte de ese nene?
Creo que inconscientemente el único sueño que hay en nuestras vidas es ser feliz, todos perseguimos ese fin, es verdad que de chicos todos pasamos por preguntas de mayores que nos dicen “¿Qué queres ser cuando seas grande? Y ahí a las apuradas, tiramos un “medico” o “bombero” o por que no el cuasi imposible “quiero ser astronauta”. Hoy lo pienso y en cada una de esas respuestas aparecía un quiero ser feliz, aparecía un quiero hacer lo que me gusta y me llene el alma, con la lógica de que en el lenguaje de la niñez lo codificamos con una profesión.
Casi retornando a mis 5 0 6 años, con la misma voz (pero bastante quebrada debo reconocerlo), le pregunto a mi vieja:
- Mama, vos te acordas que quería ser yo de chico?
Con cara de desconcierto, me dice:
- Querías ser músico, no te acordas?
- No, la verdad, no, vos te acordas que querías ser cuando era chica?
Su mirada se perdió, voló e inconscientemente abrió su propio baúl de la infancia, habrá desempolvado sus sueños y con la certeza de no recordar me contestó.
- La verdad no me acuerdo, hijo.
- Sos feliz así?
La cara de ella aun mostraba mas desconcierto, pero no dudó.
- Si, soy feliz
 Vuelvo a mi, y pienso que sin darse cuenta mi vieja llego a conseguir esa “profesion” que soñaba de chica, aunque no se acuerde.
Pienso en la alfombra invisible, pienso en la mugre y escoba en mano decido limpiar el living y mi vida en busca de esa “profesion”.

domingo, 24 de junio de 2012

"Las palabras fueron avispas,
las calles como dunas
cuando aun te espero llegar..."

La pregunta es:
¿aun te espero llegar?