Hace no sé cuánto tiempo que no me sentaba
a escribir unas líneas.
Es domingo, es una mañana fresca de domingo.
Me siento con ganas de volcarme a tipear; se escuchan de fondo los autos que
pasan con prisa sin fin por la panamericana. Vaya uno a saber el destino que
tienen esos autos con sus ocupantes: algunos visitarán a sus familias,
otros vendrán de la salida de anoche y algunos, quizás los
menos, estén yendo a su lugar de trabajo. Todos tienen un porqué que los
moviliza. Todos tenemos un “lugar” a donde ir, un objetivo que alcanzar y
un móvil. Herramientas que nos permiten acercarnos a que ese destino, ese
lugar, ese objetivo sea más fácil de alcanzar.
Y en estas últimas semanas debo reconocer
que mi “auto” se averió, el motor está un poco mal, quizás por
la falta o por el escaso uso que tenia. Y ojo esto no era por falta de nafta,
era básicamente por que no estaba muy claro el lugar a donde ir.
Era en parte también por creer
que el estancamiento en que se estaba era ese destino o ese lugar al
que teníamos ganas de ir (como dije en algún escrito
anterior, era por olvidarme qué quería ser y hacer).
Me siento un mecánico ahora. Veo
que ya están reparadas viejas piezas en desuso, que
se están aceitando los engranajes, que ese motor también camina (¡ y cómo
camina!). Los neumáticos fueron reemplazados.
En fin, se empezó a realizar una ardua
tarea de reconstrucción. Se han bajado algunos viajeros, en parte por una
lectura diferente de mapas y de destinos, pero principalmente porque no se
puede viajar con alguien a quien le tira mucho el sedentarismo. Creo que las
culturas nómades fueron las más experimentadas, las más ricas a la hora de
contar vivencias por el simple hecho de que se jugaban todo en cada viaje, en
cada movimiento. Tenían lo básico y buscaban lo básico para subsistir; no
tenían un lugar físico donde llegar pero sí un objetivo que cumplir y abordar,
en su caso particular, la subsistencia, el no morirse de hambre. Y así me veo
yo, como un nómade, un tipo que no necesita mucho, que necesita cosas básicas,
pero cuando esas pequeñas cosas (pero indispensables) no están, es momento de
poner contacto y arrancar.
Feos momentos se dan cuando vemos que hay
gente que se baja. Lindos momentos cuando hay gente que se sube y comparte ese
mismo camino con vos, ya sea por un par de kilómetros o hasta el final de la
carretera.
En fin, básicamente, estamos de nuevo en
las rutas, estamos de nuevo en marcha, y como si nunca hubiese parado enfilo de
nuevo hacia vos, ¡allá voy Felicidad y el único camino posible es la Libertad !
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