A veces el mero devenir nos avasalla. A veces estamos tan mal que hasta nos cuesta captar un para qué. Siempre tenemos alguna angustia subyacente.
En el baño del subsuelo de un bar sito en la esquina de Sarmiento y Rodriguez Peña, encima del meadero, hace ya varios años, se podía encontrar una frase escrita que decía "Todo es fugaz". La primera vez que la vi no le presté atención, pero luego la analicé con serenidad un tiempito, y realmente comencé a sentir que aquel pensamiento me ayudaba mucho para relativizar algunas cosas duras que me estaban sucediendo.
Dos años más tarde, volví al mismo bar, bajé a mear y leí nuevamente esa frase que ya había olvidado. "Todo es fugaz". Y otra vez relativicé mi hiriente circunstancia. A decir verdad, con el transcurso del tiempo en varias ocasiones me sucedió lo mismo en aquel recinto, es extraño porque siempre y sistemáticamente olvidaba la frase, pero al reencontrarme con ella frente a mí, resurgía en mi espíritu aquella laxa sensación de bienestar, como quien pone las cosas en el lugar adecuado, como quien entiende algo. Creo que al mear en bares uno distiende la mente, la pone en blanco mientras la mirada discurre entre fronteras de azulejos o humedades esquineras, y es ese un gran momento para interpretar frases tan sencillas y escurridizas como "Todo es fugaz".
En junio del 2007 volví al bar. Más moderno ya, ahora se llamaba El Celta Bar. Quizá antes también. Fue aquella una gran noche, inolvidable desde cualquier versión. A la hora y media de estadía sobrevinieron las ganas y bajé al toilette. Me dispuse al meo y, por ende, a la introspección. Casi al concluir noté que algo faltaba, observé un poco y caí en cuenta de que finalmente habían borrado la legendaria frase que decoró el recinto por más de una década, escrita con un indeleble pseudo eterno. Nada mejor que su ausencia para comprobar su veracidad. Y volví a relativizar todo.
Orlando.-
En el baño del subsuelo de un bar sito en la esquina de Sarmiento y Rodriguez Peña, encima del meadero, hace ya varios años, se podía encontrar una frase escrita que decía "Todo es fugaz". La primera vez que la vi no le presté atención, pero luego la analicé con serenidad un tiempito, y realmente comencé a sentir que aquel pensamiento me ayudaba mucho para relativizar algunas cosas duras que me estaban sucediendo.
Dos años más tarde, volví al mismo bar, bajé a mear y leí nuevamente esa frase que ya había olvidado. "Todo es fugaz". Y otra vez relativicé mi hiriente circunstancia. A decir verdad, con el transcurso del tiempo en varias ocasiones me sucedió lo mismo en aquel recinto, es extraño porque siempre y sistemáticamente olvidaba la frase, pero al reencontrarme con ella frente a mí, resurgía en mi espíritu aquella laxa sensación de bienestar, como quien pone las cosas en el lugar adecuado, como quien entiende algo. Creo que al mear en bares uno distiende la mente, la pone en blanco mientras la mirada discurre entre fronteras de azulejos o humedades esquineras, y es ese un gran momento para interpretar frases tan sencillas y escurridizas como "Todo es fugaz".
En junio del 2007 volví al bar. Más moderno ya, ahora se llamaba El Celta Bar. Quizá antes también. Fue aquella una gran noche, inolvidable desde cualquier versión. A la hora y media de estadía sobrevinieron las ganas y bajé al toilette. Me dispuse al meo y, por ende, a la introspección. Casi al concluir noté que algo faltaba, observé un poco y caí en cuenta de que finalmente habían borrado la legendaria frase que decoró el recinto por más de una década, escrita con un indeleble pseudo eterno. Nada mejor que su ausencia para comprobar su veracidad. Y volví a relativizar todo.
Orlando.-