Una vez me dijeron…la basura que se junta debajo de la
alfombra, es basura que no se ve, pero es basura que esta y el día que se
levante la alfombra va a estar toda la podredumbre a la vista, bien juntita y
concentrada. Esa mugre tapa, tapa el piso y todo donde ella se pose si no
limpiamos de tanto en tanto. Cada vez que alimentemos ese nido de mugre, sabremos
que el día que de verdad haya que limpiar va a ser mucho mas difícil, quizás
haya restos adheridos al piso, tal vez algún que otro pedacito de queso podrido
ya haya engrasado el parquet y eso ya no hay forma de sanearlo.
Lo mismo pasa con la vida donde la gran alfombra del miedo
cubre a veces hasta desechos imposibles de disimular, pero es así; el miedo a perder algo, o a no ganar, lleva a
tapar las miserias de nuestros actos mas inefables.
Con esta idea dando vueltas en la cabeza ( y en la vida) me
siento a tirar estas lineas… día gris, música con letras de esas que llegan a
arrancar tripas ( por que el ser humano es así, cuando quiere que algo le
duela, lo quiere bien doloroso, para no sentir la culpa de que duela por la
mitad); y casi sin darme cuenta, empiezan a brotar las primeras palabras de
esta historia.
Tarde de invierno, casa de mis viejos, por las ventanas
entraba el sol, un sol que alumbraba pero que no calentaba. Casi por capricho
del destino empiezo a revolver viejos cachivaches que habían en lo que alguna
vez fue mi pieza, el antiguo baúl contenía viejos albunes de figuritas, juegos,
bolitas, pero sobre todo contenía recuerdos, contenía mi niñez, estaba lleno,
harto de sonrisas, de ingenuidad, de miradas inocentes, había algún que otro
chirlo para los días de bardito, había tardes compartidas con mi hermano, no
faltaban los cuentos que alguna vez me habían contado antes de irme a dormir,
quedaba alguno de los confites sugus que me daba mi abuela después de cenar,
había incontables pelotas pinchadas, había sueños y pesadillas también. Si,
pesadillas donde uno cae infinitamente y piensa que se esta muriendo para
finalmente despertarse en medio de la caída comprobando que aun habita este
mundo y sale corriendo a la cama de los viejos como si esta fuese la trinchera
donde puede refugiarse.
Vuelvo, había sueños. Sueños, y ahí me detengo, los miro,
los desenpolvo, y pienso que ese baúl tiene una gran parte mía.
Es ese el momento, el exacto instante donde pienso que hice
con esos sueños? Los cumplí? Los sigo soñando tanto como ayer? me desconecte de
ese nene?
Creo que inconscientemente el único sueño que hay en nuestras
vidas es ser feliz, todos perseguimos ese fin, es verdad que de chicos todos
pasamos por preguntas de mayores que nos dicen “¿Qué queres ser cuando seas
grande? Y ahí a las apuradas, tiramos un “medico” o “bombero” o por que no el
cuasi imposible “quiero ser astronauta”. Hoy lo pienso y en cada una de esas
respuestas aparecía un quiero ser feliz, aparecía un quiero hacer lo que me
gusta y me llene el alma, con la lógica de que en el lenguaje de la niñez lo
codificamos con una profesión.
Casi retornando a mis 5 0 6 años, con la misma voz (pero
bastante quebrada debo reconocerlo), le pregunto a mi vieja:
- Mama, vos te acordas que quería ser yo de chico?
Con cara de desconcierto, me dice:
- Querías ser músico, no te acordas?
- No, la verdad, no, vos te acordas que querías ser cuando era
chica?
Su mirada se perdió, voló e inconscientemente abrió su propio
baúl de la infancia, habrá desempolvado sus sueños y con la certeza de no
recordar me contestó.
- La verdad no me acuerdo, hijo.
- Sos feliz así?
La cara de ella aun mostraba mas desconcierto, pero no dudó.
- Si, soy feliz
Pienso en la alfombra invisible, pienso en la mugre y escoba
en mano decido limpiar el living y mi vida en busca de esa “profesion”.
1 comentario:
Tus escritos despiertan inquietudes. Lograr eso y lograr todo es lo mismo. Te felicito de verdad.
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